Bocanada de aire fresco.
Un giro sin rumbo.
Un amor ilícito.
Amar.
Sentir el roce en mi piel del amor, saborearlo, tocarlo y agarrarme a él como si el mundo terminara en un suspiro.
Hace tiempo ya que mis extremidades, entumecidas por el "asnismo" del día a día han perdido sensibilidad.
Nada parece tener la suficiente importancia como para deternerme a pensar en ello. Eso es lo que ocupa 18 horas de mi cotidianeidad, nada: la nada. Un vacío inexistente que me grita un silencio ensordecedor, que no me deja transpirar la piel, que me ahoga y que me susurra algo que suena hueco.
Hace ya tiempo que no puedo evitarlo: no te puedo dejar de pensar. Y creo que seguiré haciéndolo hasta el fin de mis días.